viernes, 2 de octubre de 2009

LA INÚTIL DISCUSIÓN DE BOEDO Y FLORIDA

(Por Jorge Luis Borges)

La diputación de Boedo y Florida fue motivo de sorna para los más, de traviesa o malhumorada belicosidad para los empeñados en ella, y de tranquila consideración póstuma para alguno, que esta vez soy yo.
Rememoro el caso. Básteme señalar, en socorro del olvidadizo o desentendido lector, que allá por los inverosímiles días de la nueva sensibilidad guerrearon dos facciones literarias en Buenos Aires, y que la primera se dijo ser de Boedo y que a la segunda le dijeron ser de Florida.
Paso sobre algún accidente, por ejemplo, sobre el arriba mencionado, de que los de Florida debieron esa cortesana designación a una habilidad de sus adversarios, que les consiguieron, así, toda la disponible malquerencia demagógica de los mirones, y busco lo esencial. El dilema, como se entenderá, no es ficticio, y puede rebasar los círculos angostísimos que lo plantearon. La expresión argentina es una verdad no dudable - no sé si todavía de nuestro querer o ya de lo real-, y es lícito inquirir si Boedo o Florida, si lo popular o lo educado, han sido más fundamentales en ella.
Así considerado, el tema es de tan evidente significación, que no precisaré disculparme más de encararlo, sino de no atribuirle densos volúmenes. Empiezo por la discusión de los símbolos. Sospecho que fueron elegidos sin mayor conciencia y que se atendió más bien a un contraste grueso y de todos visible que a una precisa y delicada figuración de ambas maneras de arte. Florida, calle del desocupado paseo y de los saludos, no parece tener vocación de símbolo de una actividad literaria. Es calle para el "vacuus viator" de Juvenal, vacuo no tanto de moneda nacional como de zozobras, según la buena voluntad y la buena latinidad lo requieren.
Es calle de contemplación y de tránsito, no de realización. Además, la sola contribución de esa rambla al arte argentino, es de carácter desconcertadamente boedista. Aludo a las populosas representaciones de Juan Moreyra en la temporada 1890-1891, en el Jardín Florida, casi enfrente de la casa de Paraguay, donde serán propuestos, treinta cargados años después, los borradores de otro ya más antiguo y más sufrido destino gaucho: el de don Segundo. Esos percances de la distinción de Florida no son accidentales, según espero demostrarlo después. Boedo, como adverso símbolo de suburbio, es todavía menos afortunado. Boedo y San Juan, con su crasa conversión al ideal burgués, con la espesa guarangada de sus atestadas confiterías, con la iluminación lucrativa de sus avisos, con la soberbia de sus casas de departamentos, no es seguramente el suburbio.
Menos quiero avenirme a pensar que sea la realizada aspiración de Almagro o de San Cristóbal; las finas calles de barrio que son interrumpidas por Boedo no pueden entenderla o desearla: son ya perfectas en su género de felicidad sin escándalo, de modestia valiente. Triunvirato misma, que es una suerte de repetición de Boedo y que abunda en un parejo afán mercantil, me parece menos arrepentida de su suburbio. Triunvirato -pese al cinematógrafo noticioso y a las efusiones desagradables, aunque para mí sobrenaturales, de la radiotelefonía- cuida todavía sus glorietas de payadores, y la guitarra es sentenciosa en esas glorietas. (Es que Triunvirato se lleva mejor con Villa Crespo que Boedo con Almagro).
Pero el más adecuado símbolo de suburbio sería alguna calle predestinada a subalternidad y a distancia, alguna calle con mirada de pampa y tapiales claros, no el centro de un distrito. Sin embargo, la ascendencia o justificación de los símbolos es lo de menos; lo importante es su aceptación. Aceptemos, pues, esta simbología ocasional de Florida y Boedo, entendiendo por ésta los elementos plebeyos o, con mayor cortesía, los populares, y por aquélla los cultos. (Obsérvese, lateralmente, a la materia general de esta discusión, que al establecerse el caso dilemático de "civilización" o "barbarie", el criollismo era el encargado de la barbarie. Ahora, en esta mínima escaramuza actual de Boedo y Florida, el criollismo está con los de Florida, y la civilización, el entrevero inmigratorio, con los de Boedo.) (?)

* Diario La Prensa, Buenos Aires, 30-09-1928

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