La fierecilla domada es una obra de espléndida efectividad en escena, pero incómoda en los tiempos actuales por la abierta misoginia que refleja. El parlamento final de Catalina, amoldándose a lo que se espera de ella, es especialmente difícil de digerir, sobre todo después de haberla conocido, en escenas anteriores, como mujer independiente, ingeniosa y de bastante más juicio que todos los demás personajes. Pero si las mujeres no quedan bien paradas en esta comedia, otro tanto sucede con los hombres: a todos los personajes masculinos se les satiriza sin compasión por su obsesión con el dinero (la dote de las hijas de Bautista) y su percepción exagerada del mal carácter de Catalina, quedando así en evidencia lo absurdo de su supremacía sobre las mujeres, así como de la consideración del matrimonio como un mero contrato.
Por otra parte, la introducción tiene la virtud de encuadrar la trama principal dentro de otra anterior y nos sitúa en el contexto del mundo al revés del carnaval y los festivales de Mayo. Desde este punto de vista, es posible leer La fierecilla domada simplemente como una farsa en la que todo está exagerado, y en la que se combina la educación sentimental de Ovidio con un tema tomado del folklore y de tradiciones tan antiguas como la que nos viene de Las mil y una noches.
(Natalia Carbajosa)
(extraído de http://www.elcoloquiodelosperros.net/numero24/hor24na.html )
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