miércoles, 30 de marzo de 2011

El mito: la Creación (2º parte)

EL MITO CHINO DE LA CREACIÓN
Los cielos y la tierra eran solamente uno y todo era caos. El Universo era como un enorme huevo negro, que llevaba en su interior a P'an-Ku. Tras 18.000 años P’an-Ku se despertó de un largo sueño. Se sintió sofocado, por lo cual empuñó un hacha enorme y la empleó para abrir el huevo. La luz, la parte clara, ascendió y formó los cielos, la materia fría y turbia permaneció debajo para formar la tierra. P’an-Ku se quedó en el medio, con su cabeza tocando el cielo y sus pies sobre la tierra. La tierra y el cielo empezaron a crecer a razón de diez pies al día, y P’an-Ku creció con ellos. Después de otros 18.000 años el cielo era más grande y la tierra más gruesa; P’an-Ku permaneció entre ellos como un pilar gigantesco, impidiendo que volviesen a estar unidos.
P’an-Ku falleció y distintas partes de su organismo, se transformaron en elementos de nuestro mundo. Su aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz se convirtió en el trueno. De su cuerpo, un ojo se transformó en el sol y el otro en la luna. Su cuerpo y sus miembros, se convirtieron en cinco grandes montañas y de su sangre se formó el agua. Sus venas se convirtieron en caminos de larga extensión y sus músculos en fértiles campos. Las interminables estrellas del cielo aparecieron de su pelo y su barba, y las flores y árboles se formaron a partir de su piel y del fino vello de su cuerpo. Su médula se transformó en jade y en perlas. Su sudor fluyó como la generosa lluvia y el dulce rocío que alimenta a todas las cosas vivas de la tierra.

EL MITO TIBETANO DE LA CREACIÓN
En el principio era la Vacuidad, un inmenso vacío sin causa y sin fin. De este gran vacío se levantaron suaves remolinos de aire, que después de incontables eones se volvieron más densos y pesados, formando el poderoso cetro doble rayo, el Dorje Gyatram.
El Dorje Gyatram creó las nubes, las cuales, a su vez, crearon la lluvia. Esta cayó durante muchos años, hasta formar el océano primigenio, el Gyatso. Luego, todo quedó en calma, tranquilo y silencioso, y el océano quedó límpido como un espejo.
Poco a poco, les vientos volvieron a soplar, agitando suavemente las aguas del océano, batiéndolas hasta que una ligera espuma apareció en su superficie. Así como se bate la nata para hacer mantequilla, del mismo modo las aguas del Gyatso fueron batidas por el movimiento rítmico de los vientos para transformarlas en tierra.
La tierra emergió como una montaña, y alrededor de sus picos susurraba el viento, incansable, formando una nube tras otra. De éstas cayó más lluvia, sólo que esta vez más fuerte y cargada de sal, dando origen a los grandes océanos del universo.
El centro del universo es el Rirap Lhunpo (Sumeru), la gran montaña de cuatro caras hecha de piedras preciosas y llena de cosas maravillosas. Existen ríos y arroyos en el Rirap Lhunpo, y muchas clases de árboles, frutos y plantas, pues el Rirap Lhunpo es especial, es la morada de los dioses y los semidioses.
En torno al Rirap Lhunpo hay un gran lago, y rodeando a éste, un círculo de montañas de oro. Más allá del círculo de montañas de oro hay otro lago, éste también rodeado por montañas de oro, y así sucesivamente hasta siete Lagos y siete círculos de montañas de oro y más allá del último círcculo de montañas se encuentra el lago Chi Gyatso.
En el Chi Gyatso es donde se encuentran los cuatro mundos, cada uno de éstos semejante a una isla, con su forma particular y sus habitantes distintos.
El mundo del Este es el Lu Phak, que tiene forma de media luna. Las gentes del Lu Phak viven quinientos años y son pacíficas, no hay contiendas en el Lu Phak. Sus habitantes tienen cuerpos gigantescos y caras en forma de media luna. No obstante, no son tan afortunados como nosotros, pues no tienen ninguna religión para poder seguir.
El mundo del Oeste se llama Balang Cho y su forma es como la del sol. Como en el Lu Phak, las gentes son de gran estatura y viven quinientos años, sólo que sus caras tienen forma de sol y se dedican a la cría de diversas clases de ganado.
La tierra del Norte es de forma cuadrada y se llama Dra Mi Nyen. Las gentes de Dra Mi Nyen tienen caras cuadradas y viven mil años o más. En Dra Mi Nyen la comida y las riquezas son abundantes. Todo lo que un hombre necesita en sus mil años de vida lo obtiene sin esfuerzo ni padecimiento; viven con lujo, sin carecer de nada. Pero durante los siete últimos días de su vida, el dolor y el tormento anímicos acometen a los seres de Dra Mi Nyen, pues entonces es cuando reciben una señal de que están a punto de morir. Les visita una voz -una voz terrible- que les susurra cómo morirán y qué monstruosos sufrimientos habrán de soportar en los infiernos después de la muerte. En sus últimos siete días de vida, todas sus riquezas y posesiones decaen y ellos experimentan mayor sufrimiento que nosotros en toda una vida. Dra Mi Nyen se conoce como la "Tierra de la Voz Pavorosa".
Nuestro propio mundo, en Ci Sur, se llama Dzambu Ling. Al comienzo, nuestro mundo estuvo habitado por dioses de Rirap Lhunpo. No había dolor ni enfermedades, y los dioses nunca necesitaban comida. Vivían en el contento, pasando sus días en profunda meditación. No había necesidad de luz en Dzambu Ling, pues los dioses emitían una luz pura de sus propios cuerpos.
Un día, uno de los dioses reparó en que en la superficie de la tierra había una substancia cremosa y, probándola, comprobó que era deliciosa al paladar y animó a los demás dioses a probarla. Tanto les gustó a todos los dioses la cremosa substancia, que no querían comer otra cosa, y cuanto más comían, más se reducían sus poderes. Ya no fueron capaces de estar sentados en profunda meditación; la luz que antes había brotado con tal resplandor de sus cuerpos empezó a apagarse poco a poco y finalmente desapareció por completo. El mundo quedó sumido en tinieblas y 105 grandes dioses de Rirap Lhunpo se convirtieron en seres humanos.
Entonces, en la oscuridad de la noche, apareció en los cielos el sol, y cuando el sol se apagó, la luna y las estrellas iluminaron el cielo y dieron luz al mundo. El sol, la luna y las estrellas aparecieron a causa de las buenas acciones pasadas de los dioses, y son para nosotros un recordatorio permanente de que nuestro mundo fue una vez un lugar hermoso y tranquilo, libre de codicias, sufrimientos y dolor.
Cuando la gente de Dzambu Ling hubo agotado la provisión de la cremosa substancia, empezaron a comer los frutos de la planta nyugu. Cada persona tenía su propia planta, que producía un fruto corno los de las mieses, y cada día, cuando el fruto había sido comido, aparecía otro; uno cada día, lo cual era suficiente para satisfacer el hambre de los seres de Dzambu Ling.
Una mañana, un hombre se despertó y descubrió que en vez de producir un solo fruto, su planta había dado dos. Cayendo en la avidez, se comió los dos frutos; pero, al día siguiente, su planta estaba vacía. Necesitando satisfacer su hambre, ese hombre robó la planta de otro hombre y así fueron haciendo todos, pues cada persona tuvo que robarle a otra para poder comer. Con el robo, llegó la codicia, y todos, temiendo quedarse sin comer, empezaron a cultivar más y más plantas nyugu, debiendo trabajar cada cual cada vez más para asegurarse de que tendría bastante que comer.
Cosas extrañas empezaron a ocurrir en Dzambu Ling. Lo que había sido una tranquila morada de los dioses de Rirap Lhunpo, estaba ahora lleno de hombres que conocían el robo y la codicia. Un día, un hombre empezó a sentir malestar por sus genitales y se los cortó, convirtiéndose así en una mujer. Esta mujer tuvo contacto con hombres y pronto tuvo hijos, quienes a su vez tuvieron más hijos, y en poco tiempo Dzambu Ling se lleno de gente, toda la cual tenía que procurarse comida y un lugar donde vivir.
Las gentes de Uzambu Ling no vivían juntas en paz. Había muchas peleas y robos, y los hombres de nuestro mundo empezaron a experimentar realmente auténtico sufrimiento, que nacía del estado insatisfactorio en que se encontraban. La gente se dio cuenta de que para sobrevivir tenían que organizarse. Todos se juntaron y decidieron elegir un jefe, a quien llamaron Mang Kur, que significa "mucha gente lo hizo rey". Mang Kur enseñó al pueblo a vivir en una relativa armonía, cada cual en una tierra propia en que construir una casa y cultivar alimentos.
Así es como nuestro mundo llegó a ser, como, de dioses, nos convertimos en seres humanos sujetos a la enfermedad, la vejez y la muerte. Cuando contemplamos el cielo nocturno, o recibimos el cálido brillo del sol, deberíamos recordar que, de no ser por las buenas acciones de los dioses de la preciosa montaña de Rirap Lhumpo, viviríamos en una total oscuridad y que, de no ser por la codicia de una persona, nuestro mundo no conocería el sufrimiento que hoy experimenta.

EL MITO AZTECA DE LA CREACIÓN
Los aztecas tienen como dios principal a Tonacatecuhtli, quien tuvo por mujer a Tonacacihuatl (conocida también como Xochiquetzal). Ellos se criaron en el decimotercer cielo, de cuyo principio no se supo jamás. Engendraron a cuatro hijos. El mayor, Tezcatlipoca rojo, llamado así porque nació colorado. Al segundo hijo lo nombraron Tezcatlipoca negro, el peor de los tres porque fue el que más mandó y nació negro en medio de todos los seres y cosas.
Al tercero llamaron Quetzalcoatl, conocido también como "Noche y viento". Mientras que al último y más pequeño lo llamaron Huitzilopochtli.
De los cuatros hijos de la primera pareja, Tezcatlipoca negro era omnipresente, conocía todos los pensamientos y los corazones; así es que lo llamaron Moyocoya, cuyo significado es el de todopoderoso. Su hermano menor, Huitzilopochtli, nació sin carne, con los huesos desnudos. Así se mantuvo durante los seiscientos años de quietud entre los dioses, etapa en la que nada hicieron.
Pasado el largo período, los cuatro hijos de Tonacatecuhtli se juntaron para ordenar lo que habrían de hacer y la ley que tendrían. Convinieron en nombrar a Quetzalcoatl y Huizilopochtli para que impartieran las órdenes. Entonces, por comisión y parecer de los otros dos, hicieron el fuego, después medio sol que, como no estaba entero, alumbraba poco y luego hicieron al hombre Oxomoco y a la mujer llamada Cipactónal. Les dieron la orden de que no holgaran, sino que trabajaran siempre. A él lo mandaron a labrar la tierra mientras ella hilaba y tejía.
Terminada su tarea con los primeros hombres, los dioses hicieron los trescientos sesenta días del año que dividieron en dieciocho meses de veinte días cada uno. Luego crearon a los dioses que habitaron el infierno: al "Señor del Inframundo" y a su esposa, la "Señora del Inframundo".Les llegó la hora de crear los cielos y comenzaron por el más alto, desde el decimotercero para abajo para continuar con la creación del agua. La tierra fue creada por los dioses Quetzalcoalt y Tezcatlipoca, quienes bajaron a tierra a la diosa del cielo. Ella tenía las articulaciones completamente cubiertas de ojos y bocas con las que mordía como una bestia salvaje. Antes de que la bajaran había agua (que nadie sabe quién creó) sobre la cual la diosa caminaba. Cuando vieron esto, los dioses se dijeron: "Es necesario hacer la tierra", y diciendo esto se convirtieron los dos en grandes serpientes. Transformados, una de las serpientes agarró a la diosa de la mano derecha y el pie izquierdo y la otra de la mano izquierda y el pie derecho, tiraron tanto que la partieron por la mitad. Con la parte de atrás de los hombros hicieron la tierra, y la otra mitad la llevaron al cielo.
Los otros dioses se enteraron y se enojaron mucho, entonces para recompensar a la diosa de la tierra por el daño que le habían hecho, los dioses descendieron todos del cielo y ordenaron que de ella salieran los frutos necesarios para la vida de los hombres: de sus cabellos hicieron los árboles y flores, de su piel las pequeñas hierbas y flores, de los ojos hicieron los pozos, las fuentes y las pequeñas cavernas, de la boca los ríos y grandes cavernas mientras que de los agujeros de la nariz y de los hombros, los valles de las montañas y las montañas mismas respectivamente.

(siguen vigentes las notas que puse en el anterior post sobre los mitos y la creación)

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