domingo, 25 de agosto de 2013
jueves, 22 de agosto de 2013
martes, 20 de agosto de 2013
De Cortázar a Marechal
París, 1965
Muy estimado Marechal:
Perdóneme el que le escriba a máquina, pero la verdad es que pierdo toda espontaneidad tan pronto tengo una pluma entre los dedos. Como mis cartas son siempre "en borrador", me siento mucho más cómodo escribiendo a toda velocidad lo que me pasa por la cabeza. Perdóneme también que le conteste con retraso, pero he andado viajando y sólo ahora tengo un poco de tranquilidad para pensar en los amigos. Gracias por su mensaje tan cordial. Creo que tiene usted razón, porque lamenta haber tardado tantos años en enviarme unas líneas; yo lo lamenté profundamente en la época en que usted publicó Adán Buenosayres, pero también pensé que usted tendría sus razones para no decirme lo que me dice ahora. Por otra parte, ¿qué importa el tiempo? Lo único bueno es recibir en cualquier momento de la vida una carta como la suya, y pensar que valía la pena haber roto una lanza en su día por una obra admirable e incomprendida.
Me alegra de verdad que Rayuela signifique algo para usted, porque para mí, es la prueba de que esa tentativa ha cuajado, por lo menos parcialmente. Poco o nada me importa el juicio "crítico" a dos o tres columnas, sea favorable o negativo; algunas cartas de gente joven, algunos testimonios inesperados y conmovedores, y ahora esta carta suya, me pagan con creces un trabajo de años. Pienso que usted lo comprenderá muy bien, porque nos marcó un gran rumbo con su Adán... y porque sin duda pasó por experiencias análogas.
Me divierte pensar que Horacio Oliveira se ha juntado alguna noche con el grupo de porteños que vagan por los suburbios, y que lo han recibido como a un amigo. Me divierte y me conmueve imaginármelo junto a ellos asistiendo al glorioso encuentro del taita Flores con el malevo Di Pasquo, saboreando hasta las lágrimas el zapatillazo del pesado Rivera en la cabeza de Samuel Tesler. No cualquiera, creo, tiene entrada al velorio del pisador de barro. Yo agradezco por Horacio, y miro por sobre su hombro.
Hasta siempre, Marechal, con un gran abrazo de su amigo,
Muy estimado Marechal:
Perdóneme el que le escriba a máquina, pero la verdad es que pierdo toda espontaneidad tan pronto tengo una pluma entre los dedos. Como mis cartas son siempre "en borrador", me siento mucho más cómodo escribiendo a toda velocidad lo que me pasa por la cabeza. Perdóneme también que le conteste con retraso, pero he andado viajando y sólo ahora tengo un poco de tranquilidad para pensar en los amigos. Gracias por su mensaje tan cordial. Creo que tiene usted razón, porque lamenta haber tardado tantos años en enviarme unas líneas; yo lo lamenté profundamente en la época en que usted publicó Adán Buenosayres, pero también pensé que usted tendría sus razones para no decirme lo que me dice ahora. Por otra parte, ¿qué importa el tiempo? Lo único bueno es recibir en cualquier momento de la vida una carta como la suya, y pensar que valía la pena haber roto una lanza en su día por una obra admirable e incomprendida.
Me alegra de verdad que Rayuela signifique algo para usted, porque para mí, es la prueba de que esa tentativa ha cuajado, por lo menos parcialmente. Poco o nada me importa el juicio "crítico" a dos o tres columnas, sea favorable o negativo; algunas cartas de gente joven, algunos testimonios inesperados y conmovedores, y ahora esta carta suya, me pagan con creces un trabajo de años. Pienso que usted lo comprenderá muy bien, porque nos marcó un gran rumbo con su Adán... y porque sin duda pasó por experiencias análogas.
Me divierte pensar que Horacio Oliveira se ha juntado alguna noche con el grupo de porteños que vagan por los suburbios, y que lo han recibido como a un amigo. Me divierte y me conmueve imaginármelo junto a ellos asistiendo al glorioso encuentro del taita Flores con el malevo Di Pasquo, saboreando hasta las lágrimas el zapatillazo del pesado Rivera en la cabeza de Samuel Tesler. No cualquiera, creo, tiene entrada al velorio del pisador de barro. Yo agradezco por Horacio, y miro por sobre su hombro.
Hasta siempre, Marechal, con un gran abrazo de su amigo,
Julio Cortázar
Julio
Cortázar Cartas 2 (1964 - 1968), Buenos Aires, Alfaguara, 2000
Etiquetas:
ES,
Literatura,
Novela,
Novela argentina
lunes, 19 de agosto de 2013
Crónica de una muerte anunciada (G. García Márquez)
Crónica de una muerte anunciada 1 (audiolibro)
Crónica de una muerte anunciada 2 (audiolibro)
Crónica de una muerte anunciada 2 (audiolibro)
Etiquetas:
ES,
García Márquez,
Literatura,
Novela
Suscribirse a:
Entradas (Atom)